Último libro del consagrado novelista catalán, que saltó a la fama con La piel fría y se consolidó con Victus.
En esta ocasión, la obra se presenta en un formato alternativo, alejado del género al que nos tiene acostumbrados. Las tinieblas del corazón es un libro sobre africanismo, a medio camino entre el ensayo, la narración y el trabajo de campo antropológico, si bien este último ocupa un lugar muy secundario. Piñol expone aquí los orígenes de uno de los términos más confusos del continente africano en general, y de sus tribus en particular: el de “pigmeos”. Partiendo de una desafortunada confusión lingüística en su mención en la Ilíada, recorre cómo este concepto —sin correspondencia real— fue gestándose en el seno del imaginario colectivo, hasta llegar a ser aceptado por las mentes más analíticas y racionales de todos los tiempos, incluso bien entrada la era industrial.
A partir de ahí, el autor recorre, capítulo a capítulo, los periplos de los exploradores más ilustres que se aventuraron en las ignotas selvas africanas en busca de esos supuestos bosquimanos —Du Chaillu, Putnam y Eisner, Schweinfurth, Schebesta y Turnbull—, todos ellos pioneros del ejercicio antropológico. Y muestra cómo, invariablemente, cada uno proyectó sus miedos y deseos en esta inclasificable tribu, obteniendo resultados dispares en sus obras posteriores.
Piñol añade un último capítulo con su propia experiencia con los “pigmeos”, para concluir lo que Piaget ya había intuido en su momento, refutando a Freud: que la represión no era el mecanismo fundamental de defensa de la psique humana, sino la proyección. La obra culmina con una diatriba acerca de la posibilidad de un trabajo de campo puramente objetivo y de la necesidad de intentarlo, aun sabiendo que, como nos advierte la física cuántica desde hace casi un siglo, “el observador modifica lo observado”.
"Y, aun así, todo eso no tendría que hacernos perder de vista la excepcional virulencia del ataque que recibe Du Chaillu. Nunca antes un explorador había estado sometido a una acometida tan virulenta y de tal magnitud transoceánica. Los científicos actuaron con la unanimidad propia de una turba de linchamiento."
«Verner, dramático, contestaba con aquel laconismo agónico que concita el lenguaje de los telegramas: “Volveré con pigmeos o moriré en el intento”.»
«Putnam no consiguió nada, a mi parecer, por su carácter, dominado por una rebeldía pueril que le impedía estar a las órdenes de nadie; una insubordinación tan aguda que hacía que ni siquiera se obedeciera a sí mismo.»
«Yo siempre lo he dicho: la antropología y la guerra son cosas de jóvenes.»
«Todos los mbuti escuchaban el sermón con atención. Se hallaban en una encrucijada anímica y dudaban entre decantarse por el miedo o por la diversión.»
«Era una mujer inteligente, y yo no podía ocultar la atracción que sentía por ella. Así, mi deseo interfería con mi bondad. Era una situación tan curiosa como desagradable: si no dejaba de desearla, no podría salvarla.»
«La historia actual nos demuestra que hay genocidios de primera, de segunda y de tercera: los muertos ucranianos nos importan más que los palestinos, y los palestinos, más que los congoleños.»
«Todo lo que aprendí de África puede resumirse en un solo principio —y solo en uno—, pero es un aprendizaje que justifica haber vivido toda una vida. He aquí: quien limpia las tinieblas de su corazón ya no teme al corazón de las tinieblas.»
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